martes, 18 de agosto de 2015

ENTREVISTA A MARIO VARGAS LLOSA

Entrevista  concedida a  Clara Elvira Ospina para el programa “Tiempo de leer” de Canal N, el 14 de febrero del 2014, en el Centro Cultural de la Universidad Católica del Perú (Salón Rojo) en el marco de la I Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Para tratar especialmente acerca de dos de sus obras,  su reciente novela El héroe discreto y La civilización del espectáculo. El público presente estuvo integrado por estudiantes y profesores de letras de distintas universidades (PUCP, UNMSM,  Universidad de Lima, UPC).



El héroe discreto, es la primera novela que usted publica después de la entrega del premio Nobel. Me pregunto si cuando escribía esa novela pensaba en que era la novela de un Nobel, pues si bien ha recibido infinidad de premios, nada se compara al Nobel. ¿Entonces pensaba en eso?

No, para nada. Cuando empiezo una novela pues estoy totalmente concentrado en lo que estoy haciendo, primero, luchando contra la inseguridad, siempre el primer obstáculo que tengo que enfrentar es una gran inseguridad: la idea de que la novela no va a salir, que todo eso todavía es demasiado confuso, vago. Es algo que me ocurre siempre que empiezo una novela o que empiezo incluso un ensayo o una obra de teatro. Entonces, en  la primera versión, me concentro básicamente en tratar de tener un borrador, una vez que tengo un borrador ya la cosa cambia, ya me siento más seguro, ya sé que allí, por lo menos, en bruto esta lo que quiero contar. Pero esa primera versión  en mi caso  significa un aislamiento enorme de toda otra preocupación que tratar de crear una especie de materia prima que me permita trabajar luego con mayor seguridad en lo que quiero contar. Y siempre lo más difícil es esa primera etapa.

  ¿Pero la expectativa de sus lectores debe cambiar después de recibir el Nobel, o no? ¿Usted cree que la gente siente lo mismo leerlo ahora de cuando lo leían antes de que gane el Nobel?

  Bueno, mira a mí el Nobel me ha llegado cuando yo tenía una obra ya bastante abundante… publicada; entonces yo creo que los lectores  muchos lectores  ya conocían lo que yo escribía, más o menos podían imaginar que es lo que vendría con esa novela. No sé si había una expectación especial. No sé qué ocurre con los lectores en general con un Premio Nobel. Mi impresión es que no tiene un efecto tan grande realmente el Nobel, no creo que cree lectores masivamente para un escritor, generalmente el Nobel te lo dan cuando tienes una obra hecha, cuando eres ya más o menos conocido, salvo casos muy excepcionales de escritores que han sido una revelación para el mundo.

¿Y en su vida qué cambió? Yo sé que los lectores agobiamos a los escritores. ¿Eso se puso peor?

  Mira yo digo que el premio Nobel es una semana que es un cuento de hadas. La primera semana del Nobel en Estocolmo es muy divertida, es un premio en el que participa el país entero  por lo menos la ciudad entera, entonces vives una irrealidad que es muy conmovedora, muy bonita. Ahora, después de la semana tienes un año que es prácticamente un infierno, una pesadilla, te llueven invitaciones, te llueven pedidos de entrevistas. Entonces yo he tenido un poco la sensación de que he pasado ese año defendiendo mi tiempo, tratando de defender mi tiempo para seguir escribiendo.

Entonces hablemos de escribir ¿qué condición requiere un personaje para que usted lo considere un héroe? Porque usted tiene una obsesión con el tema de los héroes desde La ciudad y los perros que tuvo ese nombre inicialmente. ¿Qué es para usted un héroe?

 Bueno yo descubrí al personaje de El héroe discreto en una noticia periodística, no sé muy bien si leí la noticia en un periódico o la oí en una radio, eso se me ha borrado porque ocurrió hace bastante tiempo ya; pero por alguna información me enteré que en Trujillo un pequeño empresario  había publicado un aviso en un periódico, diciendo que no iba a pagar los cupos que le pedía una mafia. Bueno, ese es el comienzo de esta novela. Yo me quede pensando en este personaje, trate de imaginarme cómo podría ser este empresario, se me ocurrió que era un hombre pues más bien de origen muy humilde, que con grandes sacrificios había montado esta empresa. Pero sobre todo sentí desde el principio una admiración por él. Y al principio la novela iba a ser la historia simplemente de este empresario, del desafío este que recibía y de las consecuencias que tenía su decisión de enfrentarse a la mafia; pero como me ha ocurrido también con otras novelas cuando había empezado a trabajar en la historia de Felicito Ayanaque, como se llama el empresario, sentí que debía añadirle otra historia que tenía en la cabeza dándome vueltas hacía tiempo, una historia con personajes que ya habían aparecido en otras historias mías. Y al principio empecé a trabajar las dos historias sin saber cómo en un momento iba a juntarlas, pero al final fue saliendo poco a poco, se fueron acercando las historias y fundiendo. Y es quizá lo apasionante que tiene escribir una novela: descubrir que de pronto hay allí en lo que has escrito unas fuerzas internas que van moviendo en un sentido o en otro sentido los personajes, la concepción general de la historia.

En estas historias, hay lo que me parece a mí como lectora una fuerte figura del padre; por un lado, un hombre que le hace la vida a cuadritos a Felicito, que es su hijo, y por otro, los gemelos que quieren ver muerto a Ismael Carrera. ¿Por qué hizo esta historia como parricida?

  Bueno, no lo planee así. No planee que ambas historias tuvieran paralelismos tan evidentes, eso es algo que he descubierto a través de la reacción de los lectores; también he descubierto que aquí en esta novela, los hijos suelen ser los malos y los padres los buenos, a diferencia de lo que ocurría en otras novelas mías. Pero nada de eso lo planee así, ha sido la reacción de los lectores, las notas de los críticos los que me han revelado que en esta novela ocurren cosas distintas a las que suelen ocurrir en otras novelas mías.
El caso quizá más gracioso es tal vez el de La ciudad y los perros  en mi primera novela. Yo fui a agradecerle a un crítico francés, un escritor francés, Roger Caillois, que había contratado a La ciudad y los perros para que apareciera en una colección que él dirigía en Francia, fui a verlo a la UNESCO donde él trabajaba y hablamos de la novela. Y me dijo: una de las cosas que me gusta de su novela es que el personaje, que es el jaguar, se atribuye un crimen que no ha cometido simplemente para recuperar el liderazgo que ha perdido frente a los otros estudiantes. Yo le dije: no se lo atribuye, porque él cometió ese crimen. Dijo: no, no, usted no ha entendido lo que ha escrito, él no mata al esclavo, no está dentro de la configuración psicológica, moral del personaje cometer un crimen, clarísimamente él se atribuye un crimen porque lo desespera haber perdido el liderazgo. Y fueron tan elocuentes sus argumentos que me convencieron, y entonces ya no sé si lo mato o no lo mato realmente.

Pues a hablemos de esos personajes que vuelven, que regresan. ¿Por qué ha decidido sacarlos de los otros libros y poner a Fonchito, a los inconquistables, a Lituma otra vez en esta historia?

  Pues me pasa una cosa curiosa con algunos personajes como Don Rigoberto, como Lituma, sobre todo, que aparece desde las primeras cosas que escribí; vuelven como si hubiera algo en ellos que todavía no aproveché suficiente y que puedo seguir aprovechando.

 En el caso de Lituma, siento que no es el mismo Lituma de Lituma en los Andes, que era más conspicuo.
  Era más joven, aquí es un personaje ya un poco apagado.

Es fuerte que le caigan los años también al personaje.

  Sí claro, a él le han caído los años, además le han caído las desventuras, ha tenido muchas frustraciones en su vida, es un hombre que ha perdido un poco, digamos, el entusiasmo, las esperanzas. Pero hay algo en el personaje que a mí me conmueve mucho, y es una buena entraña, no ha perdido la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, que eso en nuestra época, no es muy fácil, no es muy frecuente. Entonces quizá por eso tengo una debilidad por el personaje de Lituma, y sigo incorporándolo a las historias.

Y Edilberto Torres es un aparecido, a veces es el diablo y a veces es un ángel; y entonces uno piensa, bueno este señor agnóstico ahora está creyendo en el más allá, en lo sobrenatural. ¿Por qué nos metió a Edilberto Torres?

Yo no sé si es una persona real o una persona fantasmal, o es una invención de Fonchito, al final parecería que es una invención de Fonchito, la verdad que no lo sé. Es un personaje que esta ahí, un poco como que de contrabando, se me metió en algún momento a la historia. Sentí que la historia debería tener también esa dimensión de difícil explicación racional. Pero no podría yo decir de una manera categórica que ese personaje es una invención de Fonchito o es un aparecido; y la novela tiene también esa dimensión sobre natural. Es un personaje que a diferencia de Lituma, que yo creo que lo entiendo bien, a Fonchito no acabo de entenderlo bien, es un personaje que se me escapa, es un personaje que me intriga a mí mismo.

Que seguro va a volver, por supuesto, que puede dar más de sí.
Evidentemente El héroe discreto es una novela optimista, y usted  se ha declarado optimista, pero el año pasado se presentó un libro que recoge una conversación suya del año 1967 en San Marcos con Gabriel García Márquez, en la que usted dice que las sociedades en crisis…

  No fue en San Marcos, fue en la Universidad de Ingeniería.

La Universidad de Ingeniería, la UNI, si perdón. Ahí usted dice  en esa conversación que las sociedades en crisis dan más de sí para los escritores, que son más excitantes. ¿Una sociedad que está mejorando como la del Perú se pone más aburrida para un escritor?

No, yo creo que el Perú no se pone nada aburrido, que… sería fantástico que fuera tan aburrido como Holanda, como Suecia, porque querría decir que ha llegado a un nivel de desarrollo muy avanzado. No, yo creo que el Perú está progresando, que le va mejor, que es uno de los países en América Latina que le va mejor— partiendo desde muy abajo desde luego—; pero, digamos, ese progreso de ninguna manera está garantizado, no es irremediable, todavía puede haber retrocesos, regresiones, traumas. Creo que todavía por un buen tiempo, felizmente para los novelistas, el Perú va hacer un país traumáticamente…

En El héroe discreto hay una parte en la que Don Rigoberto se queja, se lamenta, y voy a leer exactamente lo que dice: «de que te ha servido este pequeño refugio de libros, grabados, discos, todas estas cosas bellas, refinadas, sutiles, inteligentes, coleccionadas con tanto afán, creyendo que en este minúsculo espacio de civilización estarías defendido contra la incultura, la frivolidad, la estupidez y el vacío» ¿Es usted ahí Don Rigoberto?

  Bueno no creo ser tan maniático, tan neurótico como Don Rigoberto, algunas manías y neurosis desde luego que tengo— sino no sería escritor—; pero Don Rigoberto  ha llevado esta manía a unos extremos ya casi enfermizos, él es un hombre que no ha podido dedicar su vida a lo que realmente ama, que es la cultura, y ha tenido que dedicarla a una actividad con la que no se siente comprometido emocionalmente, que es una compañía de seguros, lo que le ha garantizado un alto nivel de vida, pero al mismo tiempo un sentimiento de frustración. Entonces él ha creado eso que llama esos espacios de civilización en su casa donde tiene libros con grabados, lo que más le gusta es la pintura, escucha música clásica, lee poesía, entonces el piensa que ese es un refugio que le permite todavía sentirse vivo. Y al mismo tiempo de rato en rato tiene esos arrebatos de pesimismo cuando dice: de que me vale esto si todo lo que me rodea no es cierto, esta corrompido, esta banalizado, esta frivolizado; tiene arrebatos en los que duda incluso de que la cultura sea esa tabla de salvación. Pero son arrebatos. Luego escucha una bella sinfonía o lee un hermoso poema,  y eso le levanta otra vez el espíritu y otra vez siente que la vida sí vale la pena de ser vivida.

Y también se refugia. El otro personaje que también se refugia, en la música, es Cecilia Barraza. ¿Se refugia usted en Cecilia Barraza también?

  Yo le tengo mucha admiración a Cecilia Barraza me gusta mucho como canta, y en esa novela le he rendido un homenaje.  

¿Siente usted que la frivolidad lo rodea? En la Cultura de la civilización, lo que usted plantea es que todo lo que nos está ocurriendo es el camino de la frivolización de la imagen, de todo rapidito y nos olvidamos de lo profundo…

  Claro, es un ensayo muy breve y un ensayo que ha restringido mucho su objetivo, lo que quiere es describir un aspecto  de la cultura que tiene muchos otros.  Pero creo que es cierto que en nuestra época la cultura que desde el punto de vista cuantitativo se ha difundido mucho más que en ninguna época en el pasado, al mismo tiempo, que desde el punto de vista de la cualidad se ha frivolizado, se ha banalizado, porque creo se ha convertido fundamentalmente en un entretenimiento, en una forma de diversión; creo que eso ha afectado internamente a la propia cultura empobreciéndola mucho en un sentido, y en otro arrinconándola en grupos de especialistas que están… que escriben o que crean de una manera que los pone totalmente al margen de lo que es el gran público. Entonces yo creo que esto tiene efectos muy negativos porque la cultura no solamente enriquece la vida de las personas sino que creo que desde el punto de vista político, desde el punto de vista social la cultura permite que una sociedad tenga ciudadanos más lúcidos, más independientes, y sobre todo, con un espíritu crítico, algo que es absolutamente fundamental si lo que queremos es tener sociedades democráticas, liberales, en la que los abusos, los atropellos del poder estén frenados por una opinión publica vigilante, sensible a lo que es la problemática. Esa ha sido la gran función de la cultura a lo largo de la historia. Creo que eso es un aspecto, de la cultura en nuestra época que es preocupante; y lo que el ensayo quiere señalar es una preocupación a ese respecto sin pretender documentar esa complejísima realidad que es la de la cultura de nuestro tiempo.

¿Y cómo distinguimos entre la frivolidad y el entretenimiento, que también es necesario?

  La cultura es muy entretenida. Si leer, por ejemplo, el Ulises de Joyce es una experiencia  maravillosa, pero es una experiencia que no está al alcance de cualquiera. Para poder entender el Ulises, y gozar de la extraordinaria riqueza que significa, hay que haber leído ciertas cosas y hay que haber entendido la complejidad de lo que es la evolución de las técnicas, de las formas literarias. Y lo mismo ocurre con la música, con la pintura. Ahora, yo creo que, lo que ha ocurrido en las Artes no es exactamente lo mismo. Hoy en día es muy difícil saber qué cosa es bello, qué cosa es feo; incluso muchos críticos, teóricos ni si quiera admiten que se pueda hablar de esas categorías: lo feo, lo bello. Dicen: « Pero ¡Qué anacronismo! Que anacronismo tan absurdo». Entonces eso abre la puerta al embauque; a que grandes picaros apoyados por galeristas, por críticos, por frívolos, por irresponsables, por interesados; pues nos vendan gatos por liebres. Me refiero al caso de la plástica porque creo que es el mundo donde eso tiene consecuencias más graves, pero está ocurriendo prácticamente en todos los campos de la cultura. Y creo que lo más precioso que nosotros tenemos es la cultura de la libertad, gracias a esa cultura nosotros hemos dejado atrás la barbarie; ha disminuido tremendamente la violencia, el sufrimiento humano. Podría verse profundamente lesionada esa cultura si desaparece la imaginación, el espíritu crítico, esa voluntad de salir de sí mismo, y poder verse desde la distancia, algo que nos permite la gran cultura; y descubrir que la vida está mal hecha, no importa cuánto haya progresado, avanzado, una sociedad, si la miras desde la perspectiva de los sueños, de los deseos, de los grandes apetitos humanos siempre estará por debajo. Por lo tanto hay que ser muy crítica, y hay actuar para que esté en permanente revisión de sí misma. Esa ha sido la gran función de la cultura, aparte de producir  por supuesto, gozo y placer extraordinario.

También plantea usted que el periodismo es responsable de parte de esa frivolización. Pero también piensa uno que finalmente el periodismo es un reflejo de la sociedad, no la sociedad el reflejo del periodismo.

Yo creo el periodismo produce un alimento, que hay un público que necesita  y no solo necesita, sino que exige del periodismo; pero a qué extremo se puede llegar con eso. Se puede llegar a extremos absolutamente bochornosos a un periodismo que vive exclusivamente del escándalo, de la infidencia, cuando no de la invención, de la creación de escándalos. Yo estaba viendo lo que ocurre ahora en Francia; yo trabajé en Francia como periodista un año en la France-Presse, y después  casi siete años en la radio televisión francesa; yo digo pues como han cambiado las cosas en Francia; en esa época era absolutamente inconcebible que un programa de televisión, una revista o un periódico persiguiera a un Presidente de la República para ver si tiene amantes…

Si está embarazada la amante…

  Eso era algo inconcebible. Y no es que no hubiera una lucha frontal entre gobierno y oposición, era una lucha contra la quinta república, había una oposición realmente feroz; pero que jamás se permitía utilizar ciertas suciedades humanas, privadas, para ganar puntos políticamente, o todavía peor para poder vender más periódicos o aumentar el rating de un programa. Entonces cuando vemos esa persecución al presidente Hollande para descubrir lo que hacía en las noches, su guardaespalda que llevaba los croissants en la mañana. Muy divertido pero es aterrador  que la política en Francia haya descendido a las cloacas de la pura chismografía. Eso ocurre en Francia, eso ocurre en Inglaterra. Yo llegué a vivir a Inglaterra cuando todavía había un periodismo que era modélico en su seriedad, en su responsabilidad, y he visto como poco a poco eso iba degenerando en gran parte gracias al Sr. Murdoch cuando compró el Times, cuando lanzo los tabloides. De pronto eso empezó a degenerar, y curiosamente ese público  que parecía tan exigente del respeto de las formas  quedó seducido, fascinado con la chismografía, con el amarillismo. Yo creo que el amarillismo es una exigencia de un público que está maleado. Y que el periodismo que se resiste a pasar por ese aro, pues es un periodismo que corre el riesgo de la extinción, de desaparecer. Creo que es ese una de las consecuencias justamente del problema cultural.

Ya que estamos hablando de este tema. Esta entrevista es de un programa «Tiempo de leer» y es una entrevista sobre libros. Pero los televidentes de Canal N no me perdonarían que no le pregunte por el tema de debate del momento que es su opinión acerca de la compra de una parte de Epensa por parte del grupo «El Comercio». Considerando, adicionalmente, por transparencia—evidentemente—  lo tengo que decir, que Canal N es una empresa en la que están el grupo «La República» y  el grupo «El Comercio» como socios. Quiero que usted nos dé su opinión sobre este asunto.

Sí, con mucho gusto. Creo que mi posición sobre este tema es bastante clara. Yo estoy a favor de la libertad de expresión. Creo que la libertad de expresión es el pilar realmente de la cultura democrática, y que sin una libertad de expresión que refleje el pluralismo de las opiniones políticas de los ciudadanos está la democracia amenazada. Creo que lo que ha ocurrido en el Perú, la concentración de los medios, que significa la compra por el grupo del «El Comercio» de Epensa, es una amenaza potencial contra la libertad de expresión. Creo que ochenta o setenta y nueve por ciento de control de la información da un poder a un grupo periodístico en un periodo de elecciones, por ejemplo, que puede llegar a la manipulación total, que puede llegar a la imposición de candidatos,  algo que comienza a corroer lo que es todo el sistema democrático. Por eso yo he apoyado la iniciativa de estos ocho periodistas, ocho periodistas muy prestigiosos, por otra parte, y muy independientes. Esta acción de amparo que han presentado para que el Poder Judicial decida si esta operación es lícita o la anulen. Yo pienso que es muy importante que esto se haga a través del Poder Judicial y sobre casos concretos porque yo siempre he estado en contra de las leyes especiales sobre el  periodismo, creo que las leyes especiales son un peligro para la libertad de expresión;  es poner en manos de un  gobierno un instrumento de poder que en un momento dado puede ser utilizado para restringir esa libertad, esa diversidad y ese pluralismo. Y esto es en síntesis mi posición respecto al problema de la concentración de los medios.

En la controversia, están quienes opinan que siendo usted un liberal que cree en la libre empresa, al plantear eso puede de alguna manera haber una contradicción porque se castiga el éxito de una empresa que crece.

No, no hay ninguna contradicción. Quienes dicen eso pues tienen una información muy escasa, muy insuficiente o muy equivocada de lo que ocurre en los países más democráticos del mundo. En todos los países democráticos, sin ninguna excepción, hay un control del monopolio empresarial en todos los campos y, fundamentalmente, en el campo de la prensa. En muchos países hay «leyes especiales». Allí no solamente es comprensible, aceptable porque hay una democracia profundamente arraigada, sino porque en los países democráticos avanzados la diferencia entre el Estado y el Gobierno es real.  Y las instituciones encargadas de velar por la diversidad, la pluralidad informativa, son organismos de estado que representan al conjunto de la sociedad. Desgraciadamente en las democracias subdesarrolladas, como la nuestra, la diferencia entre Estado y Gobierno es inexistente. El Gobierno absorbe el Estado y lo utiliza como si fuera suyo, como si fuera su botín; entonces, no hay organismos de estado verdaderamente independientes salvo en dominios quizá muy técnicos. Esa es la razón por la que creo que cuando hay «leyes especiales» sobre el periodismo el resultado es catastrófico para la libertad de expresión. Es el caso de Venezuela, es el caso de Ecuador, el caso de Bolivia, el caso de Argentina, allí hubo leyes especiales para la prensa y el resultado ha sido catastrófico, justamente para el pluralismo informativo. Por eso es que yo creo que esta, digamos, iniciativa de los ocho periodistas es el camino mejor, es el modelo mejor. Que el poder judicial decida, allí hay muchas instancias. En última instancia se puede llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que es una institución que hasta ahora ha mostrado una independencia de criterio, una lucidez respecto a las materias jurídicas, y una clara vocación democrática.

 Uno podría pensar que la industria editorial no es lo mismo que los periódicos, que la información, que los medios de comunicación. Pero qué pasa con quiénes creen que las grandes editoriales acaparan a los grandes autores y aplastan a las editoriales pequeñas. Y que también pueden influir, incidir y limitar. ¿No podría también haber un debate similar sobre eso?

 Afortunadamente en ese campo todavía el público sigue imponiendo su criterio; todavía las editoriales no pueden fabricar best sellers. Estos siempre son, casi siempre, sorpresas. Y es ese un campo en el que una pequeña editorial puede ganarle el mercado a una gran editorial. Allí está garantizado el pluralismo, la diversidad. Es muy distinto en el campo de la información. Uno de los argumentos que utiliza «El Comercio» es decir que, en esta absorción de Epensa, el acuerdo se ha hecho solamente para la impresión y para la distribución; pero que los contenidos quedan independientes en cada uno de los grupos. Eso obviamente es un sofisma. Nadie puede imaginar que un periodista de Epensa del diario el Correo, por ejemplo, va investigar a una empresa de la familia Miró Quesada, y va a tener cabida en su periódico para denunciar tráficos indebidos, si es que existen esos tráficos indebidos. Obviamente ese periodista va a tener que actuar. En consecuencia, estamos en un país subdesarrollado donde un periodista díscolo, un periodista demasiado independiente, pues a la corta o a la larga, es expulsado de ese diario. Por ser excesivamente independiente, valientemente independiente, en el trabajo que hacía. Lo mejor es garantizar que haya realmente una pluralidad informativa, y que si hay una concentración de medios que contradice un dispositivo constitucional que afortunadamente es muy claro, meridianamente claro, pues el poder judicial se pronuncie y anule la operación creo que ese es el camino debido, y me alegra que haya ese debate. Desde luego que yo soy defensor de la  libertad de empresa, soy defensor de la propiedad privada, soy defensor del capitalismo. Yo no tengo vergüenza en decirlo. Aquí cuando hubo una amenaza terrible para la empresa privada, para el capitalismo, cuando el presidente Alan García, en su primer gobierno, quiso nacionalizar los bancos, las compañías de seguros, las compañías financieras. ¿Quién fue la primera persona en protestar? ¿Quién salió a las calles a defender a la empresa privada? ¿Quién? Muchas de las personas que hoy día me atacan por defender el pluralismo informativo no solo se quedaron callados sino que fueron grandes defensores de la medida estatista. Veo que muchas de las personas que me atacan a mí por defender el pluralismo informativo fueron fujimoristas militantes que trabajaron en periódicos que eran pagados con bolsas de dólares por Montesinos. Entonces, cómo puedo creer que son auténticos defensores de la libertad de prensa; si cuando la libertad de prensa fue pisoteada de una manera indigna, y además mediante tráficos inmundos, como era pagar a los periodistas comprarlos; no solamente se callaron, sino fueron cómplices de esos tráficos.

 No le preocupa que todos esos argumentos  completamente aceptables de su parte, sean utilizados por quienes se mueren de ganas de que el Congreso, de que el presidente… de que haya un control de la prensa. El presidente Maduro dijo hoy: «que la televisión era muy mala en Venezuela, y que había que meterse en la televisión». Y siempre hay gente que eso le encanta. Y uno podría creer que la televisión en el Perú es muy mala y que habría que meterse utilizando esos argumentos.

 Sí, me preocupa.  Mira si yo saco los artículos que he escrito, las declaraciones que he hecho contra Chávez, contra Maduro, contra la semidictadura en la que se ha convertido Venezuela; creo que tengo bastantes credenciales para no ser acusado de Chavista, ni de Madurista. Desde luego que me preocupa, creo que la iniciativa del congresista Dammert, por ejemplo, querer presentar  un proyecto de Ley de medios en el Congreso es equivocado, lo he dicho en un artículo, y lo repito ahora. Si el congreso comienza a debatir una ley de medios voy a criticar profundamente esa iniciativa porque creo que, aunque haya muy buena intención por parte de los autores, una Ley de medios pone en manos un instrumento que el gobierno a la corta o a larga va a utilizar en su provecho; por lo tanto, me opongo absolutamente a esa ley. Pero creo que es tan peligrosa la concentración de medios por un solo grupo económico como la intervención estatal de los contenidos de la prensa. Hay que llegar a un equilibrio donde sin afectar ni a la libertad de prensa, ni a la libertad de empresa, ni a la propiedad privada, que yo creo son las grandes defensoras del pluralismo de la diversidad en una sociedad; tampoco permita que grupos económicos lleguen a tener el control de la información hasta el punto de poder manipular a la opinión pública y poner candidatos, es decir, restringir simplemente la libertad del ciudadano.

 En una entrevista reciente usted dice que sus nietos pertenecen a una generación en la que los escritores no son ni respetados ni temidos. ¿Realmente usted siente que le han perdido el respeto, que la gente de la generación…

  No, nunca lo tuvieron, nunca me tuvieron ningún respeto. Ni mis hijos tampoco dicho sea de paso, no.(risa)

 Esto me da pie para preguntarle sobre los intelectuales, de los que también habla en La civilización del espectáculo. ¿Realmente usted cree que han perdido el respeto en la sociedad los intelectuales?

  Han perdido influencia sí, sin ninguna duda. La prueba es que los políticos, que tienen para eso un olfato infalible, cuando quieren retratarse públicamente, ¿a quién buscan? no buscan a filósofos, a novelistas… buscan a futbolistas, buscan a artistas de cine, que son las figuras que impresionan realmente a un público muy grande; y una de las consecuencias de eso es, probablemente, que el intelectual se haya retirado cada vez más de la vida pública, que se confine en su actividad específica. Creo que a eso se debe también que muchas disciplinas se hayan ido cerrando al gran público, pero es un fenómeno de nuestro tiempo que probablemente no tiene remedio, no va a cambiar, no, no por lo menos en lo inmediato.

 También habla usted de los best sellers. En algún momento usted dice: bueno la cultura audiovisual… hay quienes creen que va a hacer que se acaben los libros, y bueno, eso sería bueno para acabar con algunos best sellers que son un desastre. ¿Por qué le molestan tanto esos best sellers?

 No, los best sellers no me molestan, en absoluto; además hay best sellers que muchas veces son buenos libros. Digamos, la cultura del best seller, es distinta;  solamente leer aquellos libros que tienen un éxito, digamos… cuantitativo, si me parece peligroso bueno, probablemente en el mundo entero las listas de best sellers, no en su totalidad, pero en su gran mayoría, son de puro entretenimiento, en el sentido más superficial, pasajero, transitorio de la palabra. No me parece mal que existan los best seller y exista al mismo tiempo una literatura seria, ambas cosas pueden coexistir, siempre han coexistido. Aunque uno recuerda con nostalgia el siglo  XIX  donde los best sellers eran las grandes obras. Los best sellers eran Dickens, eran Balzac… yo creo que ese fue un momento, para la literatura y para la sociedad, de un cierto apogeo.

 Aquí fue Pedro Suarez Vertiz el año pasado.

  Sí (risa), pues no he visto yo… la película de… ¿a quién te refieres?

  A un libro que se llama Yo Pedro que se... uno de los más vendidos del año.
  A pues yo no he leído ese libro, o sea no, no. Sí pues no puedo opinar porque no lo he leído.

Bueno, en Tiempo de leer, creemos que es mejor que la gente lea best sellers a que no lea nada.
  Desde luego, yo creo que es preferible que lea… incluso basura, a que no lea (risas). Creo que leer de todas maneras es una operación que enriquece a la persona, en eso estamos de acuerdo.

 Sí. ¿Y qué está leyendo usted maestro?

  Pues estoy releyendo El sonido y la furia de Faulkner, es una novela que he leído ya, esta es la tercera vez que la leo. Es una novela enormemente difícil, enormemente difícil, porque uno de los narradores de la novela es un idiota, es un idiota, es un hombre adulto que tiene la mentalidad de un niñito y vive en una confusión terrible, y Faulkner encontró un lenguaje absolutamente magistral para mostrar esa mentalidad que es por una parte la de un niño… en el cuerpo de un adulto, y entonces eso da una dimensión absolutamente misteriosa, compleja, que lo hunde al lector en las profundidades de lo humano de una manera realmente extraordinaria; es un novela también sobre el tema de la cultura, uno de los personajes es un muchacho que ha pasado por Harvard y que al final termina suicidándose porque ve un fracaso absolutamente total de la cultura para poder resolver sus problemas familiares, en fin. Es una novela maravillosa. Me pasa mucho ahora que releo más que leo, me gusta releer muchos libros que me impresionaron mucho en el pasado, y a veces me llevo grandes sorpresas: son libros más complejos, más distintos de lo que yo recordaba.

Claro, en El pez en el agua que es del año (19)92, usted dice: yo no volví a leer las cosas que leía cuando era adolescente porque no quiero…

  Me pasó con Alejandro Dumas, no lo he vuelto a leer  porque fue un autor que me a mi cambio la vida, yo viví, sufrí, gocé con D´Artagnan, con Porthos, con Aramis, con Athos; entonces, la idea de que releer eso vaya a descubrirme que eso es una novela pobre, una novela mediocre… yo no quiero tener esa frustración.

Sí, como no querer ver a una ex-novia para no ver el paso del tiempo…

  Exactamente, exactamente, es una comparación perfecta (risas), sí, sí, perfecta, exacta, sí, sí.

Para terminar le quiero preguntar por algo que ocurrió en estos días. Günter  Grass, a los 86 años, dijo: ya no alcanzo a hacer una novela…

 Yo no le creo, no hay que creerles a los escritores, de verdad (risas del público), cuando dicen que se van a retirar.

 ¿Usted no cree en el retiro de los escritores, que haya un momento en que hay que decir hay que retirarse?

 No, bueno hay algunos escritores que…, pero son excepción a la regla. Si uno tiene la vocación de la literatura eso se convierte en su carne y su sangre, en eso que decía Flaubert, en su manera de vivir, y no puede renunciar a ella, o sea que yo creo que mientras viva, Günter Grass va a seguir escribiendo, son o pequeñas decaídas de ánimo u operaciones publicitarias… no hay que creerles a los escritores cuando dicen que se van a retirar, no. (Risas)

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