lunes, 31 de agosto de 2015

La memoria, el archivo y la melancolía de la cultura popular en Catalina y Catalina





Sergio Ramirez 

Catalina y Catalina, Alfaguara México, 2001.





     La memoria ha sido uno de los ítems más trabajados por los últimos escritores hispanoamericanos  contemporáneos. Así, podemos sugerir nombres representativos como Robert Bolaño, ya sea con Nocturno de Chile o, de manera menos explícita, con Monsieur Pain, o quizá Javier Cercas con Anatomía de un instante;  o incluso la menos conocida Luisa Valenzuela con Novela Negra con Argentinos. Todos los mencionados recurren a herramientas menos convencionales para representar, construir y organizar una memoria y un archivo de eventos traumáticos para las realidades a las que cada uno apelaba ( dictaduras, revoluciones, etc.).

     Tener en cuenta las peripecias de las construcciones de memoria y las diversas herramientas a las que apelan los escritores dentro de las representaciones literarias  contemporáneas (relato policial, mass media y elementos fantásticos  o míticos) es necesario para lograr una lectura cabal de cuentos como La herencia del bohemio y Perdón y olvido  incluidos en la recopilación de relatos denominada Catalina y Catalina del nicaragüense Sergio Ramirez.

       ¿Cuál es la verdadera función de Gigantona, muñeca de origen folklórico, sobre la que gira, el primer cuento, La herencia del bohemio?, ¿Podemos hablar de archivo o melancolía en las películas mexicanas referidas en Perdón y olvido? y ¿Cómo entender el final de los dos cuentos con la mirada melancólica del sujeto de la enunciación?, desde nuestra perspectiva estas son las preguntas que nos deja la lectura de los relatos ya mencionados.

     Brevemente habría que resumir los argumentos de los dos cuentos, los cuales, desde una lectura cabal, no son verdaderos eventos o grandes acciones. En La herencia del bohemio se da una breve introducción en las primeras líneas del significado del folklore, como haciendo un guiño al lector del main point del asunto. Lo que sigue del cuento es la descripción de una muñeca, claramente ligada al folklore popular, que despierta un fervor en las masas inimaginable, esta, además tendría una clara carga simbólica:

La gigantona es llamada en razón de alabanza bajo otros nombres diversos, verbo y gracia: dama soberana de mis amores, dama dueña de mi noble empeño, mi damita gentil y galante, mi muy gallarda damisela, o la señora galana, mi señora donosa, mi muy digna señorona, y asimismo la potente giganta(…) (Ramirez, 2001: 12)

     Esta muñeca que despierta el clamor popular, puede ser nombrada de la manera que desee el grupo que accione las alabanzas, y al hacerlo tomaría las características necesarias para asociarse con los roles de la femeneidad hegemónica del sector elegido (aunque, cabría destacar que, por las descripciones, tendría formas corporales bastante voluptuosas).  En el relato se nos habla de la historia de una de estas muñecas en particular: Teresa.
      La comparsa que acompaña a Teresa, a modo de procesión, son cinco – padres e hijos- . Así, se narran las desventuras de este grupo de artistas callejeros, a quienes monetariamente no les va tan bien con las procesiones de Teresa.

         Fuera de ello, habría que destacar la manera en la que se inscribe dentro del relato elementos del archivo popular nicaragüense, sin ser propagandista y, apelando a una jerga lacaniana, usando las brechas del significante:



Fue un viaje penoso aquel de regreso hasta el barrio Domitila Lugo, porque ya el bailante, y cabeza de la familia, se encontraba gravemente en­fermo. Domitila Lugo fue, según se dice, una com­batiente guerrillera caída en la insurrección popular de los barrios orientales contra la dictadura somocis-ta en 1979. (Ramirez, 2001: 15)

       De manera indirecta, y sin ninguna necesidad real, se expone una alusión a la dictadura somocista. Siguiendo los acontecimientos del relato, se terminará narrando la decadencia de este grupo de artistas populares, quienes terminarán disputándose a Teresa en los tribunales como si fuese una simple herencia y, al final la muñeca a la que tanto aprecio tenían, e incluso otras herramientas de “trabajo” como el tambor y el gorro que haría de disfraz de enano terminarán en la estación policial del distrito 6.

     Consideramos que Teresa es la representación del deseo, tanto masculino como femenino, asociado no tanto a lo sexual sino a lo divino. Desde nuestra humilde lectura, la muñeca podría tener una carga sagrada, comúnmente asociada a los elementos del folklore popular. Siguiendo esta perspectiva, el disputarse un objeto sagrado, banalizándolo y su trágico fin en la dependencia policial se leería como una alusión melancólica de un conflicto irresuelto, uno que tiene que ver no solo con la familia aludida; sino indirectamente con todos los que creen en el oficio de la gigantona, los de la calle Domitila Lugo, etc.

   Por otro lado, el cuento Perdón y olvido apela a referentes más contemporáneos, o asociados a una cultura popular propia de la vida moderna. El tema es aparentemente simple: Guadalupe y el narrador, del que nunca sabemos su nombre, suelen ver cantidades poco comunes de cine antiguo mexicano, por la predilección que tendría la primera hacia ellos. El problema se desarrollará cuando en una de estas películas de bajo presupuesto el narrador visualiza a sus padres como extras, debido a ello arma una investigación con matices policiales para desentrañar el misterio, que será el diálogo, aparentemente anómalo de sus progenitores con sus parejas de baile en la escena. Así, el narrador contrata a una experta en lectura de labios, quien tendría un hijo sordomudo, para que le diga de una vez el sentido de todo aquello. La respuesta será que su madre engañaba a su padre y se encontraba embarazada.

     El relato, fuera de todas las peripecias del narrador por desentrañar el misterio de la escena inusual en la película Perdón y olvido, no tendría mayor trascendencia. Lo interesante será el trasfondo del cuento, dado que Guadalupe y el narrador se habrían conocido en circunstancias asociadas a la revolución sandinista:

Guadalupe se quedó en Nicaragua desde que le tocó cubrir en 1979 la ofensiva final en el Frente Sur, como parte de un crew de Imevisión, todos encandila­dos con el sandinismo, y la conocí para los días del triunfo cuando se fundó Incine con unos cuantos equipos confiscados a la empresa de un argentino mafioso que le hacía los noticieros de propaganda a Somoza.  (Ramírez, 2001: 77)

      La antigua relación que habrían tenido el narrador y Guadalupe y la situación de los padres del anónimo narrador podrían asociarse con la construcción de una memoria, que consideramos sería parte importante del proyecto estético del relato.

      Para el narrador huérfano de padres, que habrían estado en una situación de exiliados políticos, aferrarse al pasado parece ser la única opción vigente para superar tanto la pérdida como el nuevo conocimiento al que accede al final del relato.

       El perdón y olvido del que se habla de manera metafórica con la referencia a la película mexicana, y que luego se visibiliza con la escena imaginada del narrador entre sus padres fallecidos, luego de enterarse del engaño; serían, además una alegoría de la necesidad del perdón y olvido en el pueblo nicaragüense para lograr, lo que Elizabeth Jelin denomina una memoria ejemplar.


     Así, la memoria y la reiterada melancolía expuesta de manera cabal en los finales de los cuentos seleccionados estarían presentes no solo en los dos relatos mencionados sino en todo el proyecto de Catalina y Catalina.

Bibliografía

Sergio Ramírez. (2001). Catalina y Catalina. México: Alfaguara.

Elizabeth Jelin. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo Veintiuno.

martes, 18 de agosto de 2015

ENTREVISTA A MARIO VARGAS LLOSA

Entrevista  concedida a  Clara Elvira Ospina para el programa “Tiempo de leer” de Canal N, el 14 de febrero del 2014, en el Centro Cultural de la Universidad Católica del Perú (Salón Rojo) en el marco de la I Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Para tratar especialmente acerca de dos de sus obras,  su reciente novela El héroe discreto y La civilización del espectáculo. El público presente estuvo integrado por estudiantes y profesores de letras de distintas universidades (PUCP, UNMSM,  Universidad de Lima, UPC).



El héroe discreto, es la primera novela que usted publica después de la entrega del premio Nobel. Me pregunto si cuando escribía esa novela pensaba en que era la novela de un Nobel, pues si bien ha recibido infinidad de premios, nada se compara al Nobel. ¿Entonces pensaba en eso?

No, para nada. Cuando empiezo una novela pues estoy totalmente concentrado en lo que estoy haciendo, primero, luchando contra la inseguridad, siempre el primer obstáculo que tengo que enfrentar es una gran inseguridad: la idea de que la novela no va a salir, que todo eso todavía es demasiado confuso, vago. Es algo que me ocurre siempre que empiezo una novela o que empiezo incluso un ensayo o una obra de teatro. Entonces, en  la primera versión, me concentro básicamente en tratar de tener un borrador, una vez que tengo un borrador ya la cosa cambia, ya me siento más seguro, ya sé que allí, por lo menos, en bruto esta lo que quiero contar. Pero esa primera versión  en mi caso  significa un aislamiento enorme de toda otra preocupación que tratar de crear una especie de materia prima que me permita trabajar luego con mayor seguridad en lo que quiero contar. Y siempre lo más difícil es esa primera etapa.

  ¿Pero la expectativa de sus lectores debe cambiar después de recibir el Nobel, o no? ¿Usted cree que la gente siente lo mismo leerlo ahora de cuando lo leían antes de que gane el Nobel?

  Bueno, mira a mí el Nobel me ha llegado cuando yo tenía una obra ya bastante abundante… publicada; entonces yo creo que los lectores  muchos lectores  ya conocían lo que yo escribía, más o menos podían imaginar que es lo que vendría con esa novela. No sé si había una expectación especial. No sé qué ocurre con los lectores en general con un Premio Nobel. Mi impresión es que no tiene un efecto tan grande realmente el Nobel, no creo que cree lectores masivamente para un escritor, generalmente el Nobel te lo dan cuando tienes una obra hecha, cuando eres ya más o menos conocido, salvo casos muy excepcionales de escritores que han sido una revelación para el mundo.

¿Y en su vida qué cambió? Yo sé que los lectores agobiamos a los escritores. ¿Eso se puso peor?

  Mira yo digo que el premio Nobel es una semana que es un cuento de hadas. La primera semana del Nobel en Estocolmo es muy divertida, es un premio en el que participa el país entero  por lo menos la ciudad entera, entonces vives una irrealidad que es muy conmovedora, muy bonita. Ahora, después de la semana tienes un año que es prácticamente un infierno, una pesadilla, te llueven invitaciones, te llueven pedidos de entrevistas. Entonces yo he tenido un poco la sensación de que he pasado ese año defendiendo mi tiempo, tratando de defender mi tiempo para seguir escribiendo.

Entonces hablemos de escribir ¿qué condición requiere un personaje para que usted lo considere un héroe? Porque usted tiene una obsesión con el tema de los héroes desde La ciudad y los perros que tuvo ese nombre inicialmente. ¿Qué es para usted un héroe?

 Bueno yo descubrí al personaje de El héroe discreto en una noticia periodística, no sé muy bien si leí la noticia en un periódico o la oí en una radio, eso se me ha borrado porque ocurrió hace bastante tiempo ya; pero por alguna información me enteré que en Trujillo un pequeño empresario  había publicado un aviso en un periódico, diciendo que no iba a pagar los cupos que le pedía una mafia. Bueno, ese es el comienzo de esta novela. Yo me quede pensando en este personaje, trate de imaginarme cómo podría ser este empresario, se me ocurrió que era un hombre pues más bien de origen muy humilde, que con grandes sacrificios había montado esta empresa. Pero sobre todo sentí desde el principio una admiración por él. Y al principio la novela iba a ser la historia simplemente de este empresario, del desafío este que recibía y de las consecuencias que tenía su decisión de enfrentarse a la mafia; pero como me ha ocurrido también con otras novelas cuando había empezado a trabajar en la historia de Felicito Ayanaque, como se llama el empresario, sentí que debía añadirle otra historia que tenía en la cabeza dándome vueltas hacía tiempo, una historia con personajes que ya habían aparecido en otras historias mías. Y al principio empecé a trabajar las dos historias sin saber cómo en un momento iba a juntarlas, pero al final fue saliendo poco a poco, se fueron acercando las historias y fundiendo. Y es quizá lo apasionante que tiene escribir una novela: descubrir que de pronto hay allí en lo que has escrito unas fuerzas internas que van moviendo en un sentido o en otro sentido los personajes, la concepción general de la historia.

En estas historias, hay lo que me parece a mí como lectora una fuerte figura del padre; por un lado, un hombre que le hace la vida a cuadritos a Felicito, que es su hijo, y por otro, los gemelos que quieren ver muerto a Ismael Carrera. ¿Por qué hizo esta historia como parricida?

  Bueno, no lo planee así. No planee que ambas historias tuvieran paralelismos tan evidentes, eso es algo que he descubierto a través de la reacción de los lectores; también he descubierto que aquí en esta novela, los hijos suelen ser los malos y los padres los buenos, a diferencia de lo que ocurría en otras novelas mías. Pero nada de eso lo planee así, ha sido la reacción de los lectores, las notas de los críticos los que me han revelado que en esta novela ocurren cosas distintas a las que suelen ocurrir en otras novelas mías.
El caso quizá más gracioso es tal vez el de La ciudad y los perros  en mi primera novela. Yo fui a agradecerle a un crítico francés, un escritor francés, Roger Caillois, que había contratado a La ciudad y los perros para que apareciera en una colección que él dirigía en Francia, fui a verlo a la UNESCO donde él trabajaba y hablamos de la novela. Y me dijo: una de las cosas que me gusta de su novela es que el personaje, que es el jaguar, se atribuye un crimen que no ha cometido simplemente para recuperar el liderazgo que ha perdido frente a los otros estudiantes. Yo le dije: no se lo atribuye, porque él cometió ese crimen. Dijo: no, no, usted no ha entendido lo que ha escrito, él no mata al esclavo, no está dentro de la configuración psicológica, moral del personaje cometer un crimen, clarísimamente él se atribuye un crimen porque lo desespera haber perdido el liderazgo. Y fueron tan elocuentes sus argumentos que me convencieron, y entonces ya no sé si lo mato o no lo mato realmente.

Pues a hablemos de esos personajes que vuelven, que regresan. ¿Por qué ha decidido sacarlos de los otros libros y poner a Fonchito, a los inconquistables, a Lituma otra vez en esta historia?

  Pues me pasa una cosa curiosa con algunos personajes como Don Rigoberto, como Lituma, sobre todo, que aparece desde las primeras cosas que escribí; vuelven como si hubiera algo en ellos que todavía no aproveché suficiente y que puedo seguir aprovechando.

 En el caso de Lituma, siento que no es el mismo Lituma de Lituma en los Andes, que era más conspicuo.
  Era más joven, aquí es un personaje ya un poco apagado.

Es fuerte que le caigan los años también al personaje.

  Sí claro, a él le han caído los años, además le han caído las desventuras, ha tenido muchas frustraciones en su vida, es un hombre que ha perdido un poco, digamos, el entusiasmo, las esperanzas. Pero hay algo en el personaje que a mí me conmueve mucho, y es una buena entraña, no ha perdido la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, que eso en nuestra época, no es muy fácil, no es muy frecuente. Entonces quizá por eso tengo una debilidad por el personaje de Lituma, y sigo incorporándolo a las historias.

Y Edilberto Torres es un aparecido, a veces es el diablo y a veces es un ángel; y entonces uno piensa, bueno este señor agnóstico ahora está creyendo en el más allá, en lo sobrenatural. ¿Por qué nos metió a Edilberto Torres?

Yo no sé si es una persona real o una persona fantasmal, o es una invención de Fonchito, al final parecería que es una invención de Fonchito, la verdad que no lo sé. Es un personaje que esta ahí, un poco como que de contrabando, se me metió en algún momento a la historia. Sentí que la historia debería tener también esa dimensión de difícil explicación racional. Pero no podría yo decir de una manera categórica que ese personaje es una invención de Fonchito o es un aparecido; y la novela tiene también esa dimensión sobre natural. Es un personaje que a diferencia de Lituma, que yo creo que lo entiendo bien, a Fonchito no acabo de entenderlo bien, es un personaje que se me escapa, es un personaje que me intriga a mí mismo.

Que seguro va a volver, por supuesto, que puede dar más de sí.
Evidentemente El héroe discreto es una novela optimista, y usted  se ha declarado optimista, pero el año pasado se presentó un libro que recoge una conversación suya del año 1967 en San Marcos con Gabriel García Márquez, en la que usted dice que las sociedades en crisis…

  No fue en San Marcos, fue en la Universidad de Ingeniería.

La Universidad de Ingeniería, la UNI, si perdón. Ahí usted dice  en esa conversación que las sociedades en crisis dan más de sí para los escritores, que son más excitantes. ¿Una sociedad que está mejorando como la del Perú se pone más aburrida para un escritor?

No, yo creo que el Perú no se pone nada aburrido, que… sería fantástico que fuera tan aburrido como Holanda, como Suecia, porque querría decir que ha llegado a un nivel de desarrollo muy avanzado. No, yo creo que el Perú está progresando, que le va mejor, que es uno de los países en América Latina que le va mejor— partiendo desde muy abajo desde luego—; pero, digamos, ese progreso de ninguna manera está garantizado, no es irremediable, todavía puede haber retrocesos, regresiones, traumas. Creo que todavía por un buen tiempo, felizmente para los novelistas, el Perú va hacer un país traumáticamente…

En El héroe discreto hay una parte en la que Don Rigoberto se queja, se lamenta, y voy a leer exactamente lo que dice: «de que te ha servido este pequeño refugio de libros, grabados, discos, todas estas cosas bellas, refinadas, sutiles, inteligentes, coleccionadas con tanto afán, creyendo que en este minúsculo espacio de civilización estarías defendido contra la incultura, la frivolidad, la estupidez y el vacío» ¿Es usted ahí Don Rigoberto?

  Bueno no creo ser tan maniático, tan neurótico como Don Rigoberto, algunas manías y neurosis desde luego que tengo— sino no sería escritor—; pero Don Rigoberto  ha llevado esta manía a unos extremos ya casi enfermizos, él es un hombre que no ha podido dedicar su vida a lo que realmente ama, que es la cultura, y ha tenido que dedicarla a una actividad con la que no se siente comprometido emocionalmente, que es una compañía de seguros, lo que le ha garantizado un alto nivel de vida, pero al mismo tiempo un sentimiento de frustración. Entonces él ha creado eso que llama esos espacios de civilización en su casa donde tiene libros con grabados, lo que más le gusta es la pintura, escucha música clásica, lee poesía, entonces el piensa que ese es un refugio que le permite todavía sentirse vivo. Y al mismo tiempo de rato en rato tiene esos arrebatos de pesimismo cuando dice: de que me vale esto si todo lo que me rodea no es cierto, esta corrompido, esta banalizado, esta frivolizado; tiene arrebatos en los que duda incluso de que la cultura sea esa tabla de salvación. Pero son arrebatos. Luego escucha una bella sinfonía o lee un hermoso poema,  y eso le levanta otra vez el espíritu y otra vez siente que la vida sí vale la pena de ser vivida.

Y también se refugia. El otro personaje que también se refugia, en la música, es Cecilia Barraza. ¿Se refugia usted en Cecilia Barraza también?

  Yo le tengo mucha admiración a Cecilia Barraza me gusta mucho como canta, y en esa novela le he rendido un homenaje.  

¿Siente usted que la frivolidad lo rodea? En la Cultura de la civilización, lo que usted plantea es que todo lo que nos está ocurriendo es el camino de la frivolización de la imagen, de todo rapidito y nos olvidamos de lo profundo…

  Claro, es un ensayo muy breve y un ensayo que ha restringido mucho su objetivo, lo que quiere es describir un aspecto  de la cultura que tiene muchos otros.  Pero creo que es cierto que en nuestra época la cultura que desde el punto de vista cuantitativo se ha difundido mucho más que en ninguna época en el pasado, al mismo tiempo, que desde el punto de vista de la cualidad se ha frivolizado, se ha banalizado, porque creo se ha convertido fundamentalmente en un entretenimiento, en una forma de diversión; creo que eso ha afectado internamente a la propia cultura empobreciéndola mucho en un sentido, y en otro arrinconándola en grupos de especialistas que están… que escriben o que crean de una manera que los pone totalmente al margen de lo que es el gran público. Entonces yo creo que esto tiene efectos muy negativos porque la cultura no solamente enriquece la vida de las personas sino que creo que desde el punto de vista político, desde el punto de vista social la cultura permite que una sociedad tenga ciudadanos más lúcidos, más independientes, y sobre todo, con un espíritu crítico, algo que es absolutamente fundamental si lo que queremos es tener sociedades democráticas, liberales, en la que los abusos, los atropellos del poder estén frenados por una opinión publica vigilante, sensible a lo que es la problemática. Esa ha sido la gran función de la cultura a lo largo de la historia. Creo que eso es un aspecto, de la cultura en nuestra época que es preocupante; y lo que el ensayo quiere señalar es una preocupación a ese respecto sin pretender documentar esa complejísima realidad que es la de la cultura de nuestro tiempo.

¿Y cómo distinguimos entre la frivolidad y el entretenimiento, que también es necesario?

  La cultura es muy entretenida. Si leer, por ejemplo, el Ulises de Joyce es una experiencia  maravillosa, pero es una experiencia que no está al alcance de cualquiera. Para poder entender el Ulises, y gozar de la extraordinaria riqueza que significa, hay que haber leído ciertas cosas y hay que haber entendido la complejidad de lo que es la evolución de las técnicas, de las formas literarias. Y lo mismo ocurre con la música, con la pintura. Ahora, yo creo que, lo que ha ocurrido en las Artes no es exactamente lo mismo. Hoy en día es muy difícil saber qué cosa es bello, qué cosa es feo; incluso muchos críticos, teóricos ni si quiera admiten que se pueda hablar de esas categorías: lo feo, lo bello. Dicen: « Pero ¡Qué anacronismo! Que anacronismo tan absurdo». Entonces eso abre la puerta al embauque; a que grandes picaros apoyados por galeristas, por críticos, por frívolos, por irresponsables, por interesados; pues nos vendan gatos por liebres. Me refiero al caso de la plástica porque creo que es el mundo donde eso tiene consecuencias más graves, pero está ocurriendo prácticamente en todos los campos de la cultura. Y creo que lo más precioso que nosotros tenemos es la cultura de la libertad, gracias a esa cultura nosotros hemos dejado atrás la barbarie; ha disminuido tremendamente la violencia, el sufrimiento humano. Podría verse profundamente lesionada esa cultura si desaparece la imaginación, el espíritu crítico, esa voluntad de salir de sí mismo, y poder verse desde la distancia, algo que nos permite la gran cultura; y descubrir que la vida está mal hecha, no importa cuánto haya progresado, avanzado, una sociedad, si la miras desde la perspectiva de los sueños, de los deseos, de los grandes apetitos humanos siempre estará por debajo. Por lo tanto hay que ser muy crítica, y hay actuar para que esté en permanente revisión de sí misma. Esa ha sido la gran función de la cultura, aparte de producir  por supuesto, gozo y placer extraordinario.

También plantea usted que el periodismo es responsable de parte de esa frivolización. Pero también piensa uno que finalmente el periodismo es un reflejo de la sociedad, no la sociedad el reflejo del periodismo.

Yo creo el periodismo produce un alimento, que hay un público que necesita  y no solo necesita, sino que exige del periodismo; pero a qué extremo se puede llegar con eso. Se puede llegar a extremos absolutamente bochornosos a un periodismo que vive exclusivamente del escándalo, de la infidencia, cuando no de la invención, de la creación de escándalos. Yo estaba viendo lo que ocurre ahora en Francia; yo trabajé en Francia como periodista un año en la France-Presse, y después  casi siete años en la radio televisión francesa; yo digo pues como han cambiado las cosas en Francia; en esa época era absolutamente inconcebible que un programa de televisión, una revista o un periódico persiguiera a un Presidente de la República para ver si tiene amantes…

Si está embarazada la amante…

  Eso era algo inconcebible. Y no es que no hubiera una lucha frontal entre gobierno y oposición, era una lucha contra la quinta república, había una oposición realmente feroz; pero que jamás se permitía utilizar ciertas suciedades humanas, privadas, para ganar puntos políticamente, o todavía peor para poder vender más periódicos o aumentar el rating de un programa. Entonces cuando vemos esa persecución al presidente Hollande para descubrir lo que hacía en las noches, su guardaespalda que llevaba los croissants en la mañana. Muy divertido pero es aterrador  que la política en Francia haya descendido a las cloacas de la pura chismografía. Eso ocurre en Francia, eso ocurre en Inglaterra. Yo llegué a vivir a Inglaterra cuando todavía había un periodismo que era modélico en su seriedad, en su responsabilidad, y he visto como poco a poco eso iba degenerando en gran parte gracias al Sr. Murdoch cuando compró el Times, cuando lanzo los tabloides. De pronto eso empezó a degenerar, y curiosamente ese público  que parecía tan exigente del respeto de las formas  quedó seducido, fascinado con la chismografía, con el amarillismo. Yo creo que el amarillismo es una exigencia de un público que está maleado. Y que el periodismo que se resiste a pasar por ese aro, pues es un periodismo que corre el riesgo de la extinción, de desaparecer. Creo que es ese una de las consecuencias justamente del problema cultural.

Ya que estamos hablando de este tema. Esta entrevista es de un programa «Tiempo de leer» y es una entrevista sobre libros. Pero los televidentes de Canal N no me perdonarían que no le pregunte por el tema de debate del momento que es su opinión acerca de la compra de una parte de Epensa por parte del grupo «El Comercio». Considerando, adicionalmente, por transparencia—evidentemente—  lo tengo que decir, que Canal N es una empresa en la que están el grupo «La República» y  el grupo «El Comercio» como socios. Quiero que usted nos dé su opinión sobre este asunto.

Sí, con mucho gusto. Creo que mi posición sobre este tema es bastante clara. Yo estoy a favor de la libertad de expresión. Creo que la libertad de expresión es el pilar realmente de la cultura democrática, y que sin una libertad de expresión que refleje el pluralismo de las opiniones políticas de los ciudadanos está la democracia amenazada. Creo que lo que ha ocurrido en el Perú, la concentración de los medios, que significa la compra por el grupo del «El Comercio» de Epensa, es una amenaza potencial contra la libertad de expresión. Creo que ochenta o setenta y nueve por ciento de control de la información da un poder a un grupo periodístico en un periodo de elecciones, por ejemplo, que puede llegar a la manipulación total, que puede llegar a la imposición de candidatos,  algo que comienza a corroer lo que es todo el sistema democrático. Por eso yo he apoyado la iniciativa de estos ocho periodistas, ocho periodistas muy prestigiosos, por otra parte, y muy independientes. Esta acción de amparo que han presentado para que el Poder Judicial decida si esta operación es lícita o la anulen. Yo pienso que es muy importante que esto se haga a través del Poder Judicial y sobre casos concretos porque yo siempre he estado en contra de las leyes especiales sobre el  periodismo, creo que las leyes especiales son un peligro para la libertad de expresión;  es poner en manos de un  gobierno un instrumento de poder que en un momento dado puede ser utilizado para restringir esa libertad, esa diversidad y ese pluralismo. Y esto es en síntesis mi posición respecto al problema de la concentración de los medios.

En la controversia, están quienes opinan que siendo usted un liberal que cree en la libre empresa, al plantear eso puede de alguna manera haber una contradicción porque se castiga el éxito de una empresa que crece.

No, no hay ninguna contradicción. Quienes dicen eso pues tienen una información muy escasa, muy insuficiente o muy equivocada de lo que ocurre en los países más democráticos del mundo. En todos los países democráticos, sin ninguna excepción, hay un control del monopolio empresarial en todos los campos y, fundamentalmente, en el campo de la prensa. En muchos países hay «leyes especiales». Allí no solamente es comprensible, aceptable porque hay una democracia profundamente arraigada, sino porque en los países democráticos avanzados la diferencia entre el Estado y el Gobierno es real.  Y las instituciones encargadas de velar por la diversidad, la pluralidad informativa, son organismos de estado que representan al conjunto de la sociedad. Desgraciadamente en las democracias subdesarrolladas, como la nuestra, la diferencia entre Estado y Gobierno es inexistente. El Gobierno absorbe el Estado y lo utiliza como si fuera suyo, como si fuera su botín; entonces, no hay organismos de estado verdaderamente independientes salvo en dominios quizá muy técnicos. Esa es la razón por la que creo que cuando hay «leyes especiales» sobre el periodismo el resultado es catastrófico para la libertad de expresión. Es el caso de Venezuela, es el caso de Ecuador, el caso de Bolivia, el caso de Argentina, allí hubo leyes especiales para la prensa y el resultado ha sido catastrófico, justamente para el pluralismo informativo. Por eso es que yo creo que esta, digamos, iniciativa de los ocho periodistas es el camino mejor, es el modelo mejor. Que el poder judicial decida, allí hay muchas instancias. En última instancia se puede llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que es una institución que hasta ahora ha mostrado una independencia de criterio, una lucidez respecto a las materias jurídicas, y una clara vocación democrática.

 Uno podría pensar que la industria editorial no es lo mismo que los periódicos, que la información, que los medios de comunicación. Pero qué pasa con quiénes creen que las grandes editoriales acaparan a los grandes autores y aplastan a las editoriales pequeñas. Y que también pueden influir, incidir y limitar. ¿No podría también haber un debate similar sobre eso?

 Afortunadamente en ese campo todavía el público sigue imponiendo su criterio; todavía las editoriales no pueden fabricar best sellers. Estos siempre son, casi siempre, sorpresas. Y es ese un campo en el que una pequeña editorial puede ganarle el mercado a una gran editorial. Allí está garantizado el pluralismo, la diversidad. Es muy distinto en el campo de la información. Uno de los argumentos que utiliza «El Comercio» es decir que, en esta absorción de Epensa, el acuerdo se ha hecho solamente para la impresión y para la distribución; pero que los contenidos quedan independientes en cada uno de los grupos. Eso obviamente es un sofisma. Nadie puede imaginar que un periodista de Epensa del diario el Correo, por ejemplo, va investigar a una empresa de la familia Miró Quesada, y va a tener cabida en su periódico para denunciar tráficos indebidos, si es que existen esos tráficos indebidos. Obviamente ese periodista va a tener que actuar. En consecuencia, estamos en un país subdesarrollado donde un periodista díscolo, un periodista demasiado independiente, pues a la corta o a la larga, es expulsado de ese diario. Por ser excesivamente independiente, valientemente independiente, en el trabajo que hacía. Lo mejor es garantizar que haya realmente una pluralidad informativa, y que si hay una concentración de medios que contradice un dispositivo constitucional que afortunadamente es muy claro, meridianamente claro, pues el poder judicial se pronuncie y anule la operación creo que ese es el camino debido, y me alegra que haya ese debate. Desde luego que yo soy defensor de la  libertad de empresa, soy defensor de la propiedad privada, soy defensor del capitalismo. Yo no tengo vergüenza en decirlo. Aquí cuando hubo una amenaza terrible para la empresa privada, para el capitalismo, cuando el presidente Alan García, en su primer gobierno, quiso nacionalizar los bancos, las compañías de seguros, las compañías financieras. ¿Quién fue la primera persona en protestar? ¿Quién salió a las calles a defender a la empresa privada? ¿Quién? Muchas de las personas que hoy día me atacan por defender el pluralismo informativo no solo se quedaron callados sino que fueron grandes defensores de la medida estatista. Veo que muchas de las personas que me atacan a mí por defender el pluralismo informativo fueron fujimoristas militantes que trabajaron en periódicos que eran pagados con bolsas de dólares por Montesinos. Entonces, cómo puedo creer que son auténticos defensores de la libertad de prensa; si cuando la libertad de prensa fue pisoteada de una manera indigna, y además mediante tráficos inmundos, como era pagar a los periodistas comprarlos; no solamente se callaron, sino fueron cómplices de esos tráficos.

 No le preocupa que todos esos argumentos  completamente aceptables de su parte, sean utilizados por quienes se mueren de ganas de que el Congreso, de que el presidente… de que haya un control de la prensa. El presidente Maduro dijo hoy: «que la televisión era muy mala en Venezuela, y que había que meterse en la televisión». Y siempre hay gente que eso le encanta. Y uno podría creer que la televisión en el Perú es muy mala y que habría que meterse utilizando esos argumentos.

 Sí, me preocupa.  Mira si yo saco los artículos que he escrito, las declaraciones que he hecho contra Chávez, contra Maduro, contra la semidictadura en la que se ha convertido Venezuela; creo que tengo bastantes credenciales para no ser acusado de Chavista, ni de Madurista. Desde luego que me preocupa, creo que la iniciativa del congresista Dammert, por ejemplo, querer presentar  un proyecto de Ley de medios en el Congreso es equivocado, lo he dicho en un artículo, y lo repito ahora. Si el congreso comienza a debatir una ley de medios voy a criticar profundamente esa iniciativa porque creo que, aunque haya muy buena intención por parte de los autores, una Ley de medios pone en manos un instrumento que el gobierno a la corta o a larga va a utilizar en su provecho; por lo tanto, me opongo absolutamente a esa ley. Pero creo que es tan peligrosa la concentración de medios por un solo grupo económico como la intervención estatal de los contenidos de la prensa. Hay que llegar a un equilibrio donde sin afectar ni a la libertad de prensa, ni a la libertad de empresa, ni a la propiedad privada, que yo creo son las grandes defensoras del pluralismo de la diversidad en una sociedad; tampoco permita que grupos económicos lleguen a tener el control de la información hasta el punto de poder manipular a la opinión pública y poner candidatos, es decir, restringir simplemente la libertad del ciudadano.

 En una entrevista reciente usted dice que sus nietos pertenecen a una generación en la que los escritores no son ni respetados ni temidos. ¿Realmente usted siente que le han perdido el respeto, que la gente de la generación…

  No, nunca lo tuvieron, nunca me tuvieron ningún respeto. Ni mis hijos tampoco dicho sea de paso, no.(risa)

 Esto me da pie para preguntarle sobre los intelectuales, de los que también habla en La civilización del espectáculo. ¿Realmente usted cree que han perdido el respeto en la sociedad los intelectuales?

  Han perdido influencia sí, sin ninguna duda. La prueba es que los políticos, que tienen para eso un olfato infalible, cuando quieren retratarse públicamente, ¿a quién buscan? no buscan a filósofos, a novelistas… buscan a futbolistas, buscan a artistas de cine, que son las figuras que impresionan realmente a un público muy grande; y una de las consecuencias de eso es, probablemente, que el intelectual se haya retirado cada vez más de la vida pública, que se confine en su actividad específica. Creo que a eso se debe también que muchas disciplinas se hayan ido cerrando al gran público, pero es un fenómeno de nuestro tiempo que probablemente no tiene remedio, no va a cambiar, no, no por lo menos en lo inmediato.

 También habla usted de los best sellers. En algún momento usted dice: bueno la cultura audiovisual… hay quienes creen que va a hacer que se acaben los libros, y bueno, eso sería bueno para acabar con algunos best sellers que son un desastre. ¿Por qué le molestan tanto esos best sellers?

 No, los best sellers no me molestan, en absoluto; además hay best sellers que muchas veces son buenos libros. Digamos, la cultura del best seller, es distinta;  solamente leer aquellos libros que tienen un éxito, digamos… cuantitativo, si me parece peligroso bueno, probablemente en el mundo entero las listas de best sellers, no en su totalidad, pero en su gran mayoría, son de puro entretenimiento, en el sentido más superficial, pasajero, transitorio de la palabra. No me parece mal que existan los best seller y exista al mismo tiempo una literatura seria, ambas cosas pueden coexistir, siempre han coexistido. Aunque uno recuerda con nostalgia el siglo  XIX  donde los best sellers eran las grandes obras. Los best sellers eran Dickens, eran Balzac… yo creo que ese fue un momento, para la literatura y para la sociedad, de un cierto apogeo.

 Aquí fue Pedro Suarez Vertiz el año pasado.

  Sí (risa), pues no he visto yo… la película de… ¿a quién te refieres?

  A un libro que se llama Yo Pedro que se... uno de los más vendidos del año.
  A pues yo no he leído ese libro, o sea no, no. Sí pues no puedo opinar porque no lo he leído.

Bueno, en Tiempo de leer, creemos que es mejor que la gente lea best sellers a que no lea nada.
  Desde luego, yo creo que es preferible que lea… incluso basura, a que no lea (risas). Creo que leer de todas maneras es una operación que enriquece a la persona, en eso estamos de acuerdo.

 Sí. ¿Y qué está leyendo usted maestro?

  Pues estoy releyendo El sonido y la furia de Faulkner, es una novela que he leído ya, esta es la tercera vez que la leo. Es una novela enormemente difícil, enormemente difícil, porque uno de los narradores de la novela es un idiota, es un idiota, es un hombre adulto que tiene la mentalidad de un niñito y vive en una confusión terrible, y Faulkner encontró un lenguaje absolutamente magistral para mostrar esa mentalidad que es por una parte la de un niño… en el cuerpo de un adulto, y entonces eso da una dimensión absolutamente misteriosa, compleja, que lo hunde al lector en las profundidades de lo humano de una manera realmente extraordinaria; es un novela también sobre el tema de la cultura, uno de los personajes es un muchacho que ha pasado por Harvard y que al final termina suicidándose porque ve un fracaso absolutamente total de la cultura para poder resolver sus problemas familiares, en fin. Es una novela maravillosa. Me pasa mucho ahora que releo más que leo, me gusta releer muchos libros que me impresionaron mucho en el pasado, y a veces me llevo grandes sorpresas: son libros más complejos, más distintos de lo que yo recordaba.

Claro, en El pez en el agua que es del año (19)92, usted dice: yo no volví a leer las cosas que leía cuando era adolescente porque no quiero…

  Me pasó con Alejandro Dumas, no lo he vuelto a leer  porque fue un autor que me a mi cambio la vida, yo viví, sufrí, gocé con D´Artagnan, con Porthos, con Aramis, con Athos; entonces, la idea de que releer eso vaya a descubrirme que eso es una novela pobre, una novela mediocre… yo no quiero tener esa frustración.

Sí, como no querer ver a una ex-novia para no ver el paso del tiempo…

  Exactamente, exactamente, es una comparación perfecta (risas), sí, sí, perfecta, exacta, sí, sí.

Para terminar le quiero preguntar por algo que ocurrió en estos días. Günter  Grass, a los 86 años, dijo: ya no alcanzo a hacer una novela…

 Yo no le creo, no hay que creerles a los escritores, de verdad (risas del público), cuando dicen que se van a retirar.

 ¿Usted no cree en el retiro de los escritores, que haya un momento en que hay que decir hay que retirarse?

 No, bueno hay algunos escritores que…, pero son excepción a la regla. Si uno tiene la vocación de la literatura eso se convierte en su carne y su sangre, en eso que decía Flaubert, en su manera de vivir, y no puede renunciar a ella, o sea que yo creo que mientras viva, Günter Grass va a seguir escribiendo, son o pequeñas decaídas de ánimo u operaciones publicitarias… no hay que creerles a los escritores cuando dicen que se van a retirar, no. (Risas)

VARGAS LLOSA Y EL BOOM

Conferencia de Carlos Garayar. 28 de noviembre del 2013 en la Facultad de Ciencias y Letras Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Voy a hablar del boom porque eso me trae muchos recuerdos. Yo viví el boom mientras era estudiante acá en la universidad, y fue una verdadera fiesta para los lectores que cada día nos enterábamos de la aparición de una obra nueva y de gran calidad, como antes no habíamos visto en América Latina. Estuve presente, por ejemplo, cuando en la UNI hubo el diálogo—  este famoso diálogo que se ha reeditado varias veces—  entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. En estos pocos minutos voy a tratar un panorama del boom en lo que respecta a su relación con los lectores, los escritores; y señalar— lo que me parece a mí— aprovechó Vargas Llosa del boom.

Antonio Cornejo Polar en un apéndice a su libro La novela peruana señala que las condiciones del mercado durante el periodo de la narrativa urbana, las condiciones del mercado editorial en el Perú, hacían imposible que se desarrollara una narrativa moderna,  con técnicas contemporáneas; y la prueba de ello es el silencio en el que cayeron algunos escritores que intentaron seguir ese camino, pone como ejemplo el caso de Oswaldo Reynoso, cuya novela En octubre no hay milagros podría, desde cierto punto de vista, verse como una especie de repertorio de técnicas narrativas que, sin embargo, tuvo un silencio muy largo después de esa novela.

La importancia del boom podría escribirse simplemente por el hecho de que, especialmente quien no se quedó en el Perú, quien se pudo insertar en ese fenómeno que fue el boom, sí pudo desarrollar una obra narrativa profusa, experimental, en la que podía sentirse contento, que es Vargas Llosa.

El boom tiene una fecha de nacimiento variable, pero casi todos están de acuerdo en que terminó hacia 1972. Ángel Rama y el propio Vargas Llosa en un simposio que se realiza este año dan por concluido el boom hacia esa fecha. El inicio es— generalmente— la mayoría de los críticos lo sitúan en el año 63 con la publicación de dos obras capitales,  de dos de los cuatro que conforman el núcleo del boom, es decir, Rayuela de Cortázar y La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa; aunque, este último señala que el boom empezó antes con la publicación de La región más transparente de Carlos Fuentes el año 58. Otros todavía retrotraen más la fecha de iniciación porque piensan que el boom es solo una manifestación de ese espíritu vanguardista, de esa tendencia vanguardista que ya estaba presente en obras como El señor presidente, El reino de este mundo, y otras que son bastante anteriores. Pero no hay duda de que hay una gran concentración— vamos a llamar así— de energía a partir del año 63, y que se prosigue realmente un estallido que atrae hacia su centro a otros participantes que habían estado antes, que vendrán un poquito después, y que forman parte de ese hongo que se produce después de la explosión.

Los cuatro que suelen señalarse como el núcleo, el detonante del boom—  en todo caso, el grupo que provoca la explosión—, son Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar y García Márquez. Vargas Llosa opina que el boom tiene un número variable de integrantes, que cada uno tiene su lista—lo dice explícitamente—. Pero si hiciéramos una encuesta entre los críticos estos nombres serían las constantes.

¿Qué fue el boom?  Es una pregunta que era de respuesta difícil hace unos años porque los que examinaban el fenómeno estaban polarizados. Para uno primaba la calidad, es decir, había sido una especie de unión de dos masas críticas de gran enriquecimiento, es decir, literatura enriquecida que tenía que detonar. Para otros, sin embargo, fue una maniobra, es decir— siguiendo con este símil de la bomba atómica—, lo que explica son los detonantes normales que unen a esta masa, es decir, una maniobra editorial. Por ejemplo, esta es la opinión reciente en este simposio que se ha realizado en Madrid hace poco, de uno de  los que vivió desde el lado español del boom: el novelista Luis Goytisolo, quien—  dice textualmente— explica dos factores: fundamentalmente la aparición en diversos países de una serie de escritores brillantes e innovadores que escribían en un mismo idioma; y por  otra parte, un fenómeno mediático obvia uno de los elementos que ahora resulta claro en este fenómeno, que son los lectores.

Vargas Llosa es un poquito más amplio en su apreciación porque incluye no solo a los miembros del boom sino a escritores que vendrán después como parte de este fenómeno, digamos, el área exterior de la explosión.
Pero viendo los lectores de la época, es cierto que ellos jugaron un papel principal, ninguna operación marquetera hubiera sido posible si es que no hubiera existido ese público ávido de recibir esta producción. Hay que recordar que el boom no es solo un fenómeno latinoamericano, que hay en realidad muchos boom de diversas naturalezas que se dan en esa que se ha llamado la década prodigiosa, esa generación posterior a la Guerra Mundial—   la que ahora hace oír su voz—. Los que venían de atrás constituyeron la generación existencialista y previsiblemente vieron con pesimismo la realidad. Pero estos jóvenes que van a expresarse de diversas maneras—  porque el Mayo del 68 en París es también un boom de otro tipo—, estos ya no tienen que ver con la Segunda Guerra.

¿Y eso cómo pasa aquí aunque nosotros no tuviéramos una guerra semejante? Hay un conjunto de jóvenes de diversas edades que insurgen a la vida política, a la vida social, a la vida cultural en estadía. Fenómenos como Acción popular,  por ejemplo,  acá en el Perú no pueden desligarse de esa creación de un nuevo público. Apelando a mi experiencia personal quisiera recordar esto: en los años 67 uno podía ir al centro de Lima y encontraba muchas librerías; y en lo que respecta a literatura, una oferta muy variada de títulos; por ejemplo uno podía entrar a la librería La Familia que quedaba —uno de los locales— en La Colmena, o en uno más grande que quedaba en el jirón Carabaya, y podía decir ¿cuál es el estante de teatro?, y les señalaban un estante de teatro, solo con obras de teatro. Ahora conseguir una obra  de teatro es una librería es algo muy difícil. Había un público que venía preparándose. Ángel Rama en un artículo sobre El boom en perspectiva hace notar que ese público lector vino preparándose no necesariamente con literatura. Yo también puedo dar testimonio de eso. Hubo dos editoriales latinoamericanas que  nos surgieron de un conjunto de textos de filosofía, de sociología, de antropología, incluso de ciencia en versión divulgación. Eudeba, la Editorial Universitaria de Buenos Aires, con unos manuales muy interesantes que uno compraba porque eran muy didácticos, hechos por personas de calidad, aunque no tuviera interés uno en el tema específicamente. Recuerdo, por ejemplo, que yo compré de la literatura algunos de esos textos pequeñitos, delgados, en formato grande, tratados sobre filosofía, sobre sociología. Y en la otra editorial, el Fondo de Cultura Económica, con sus breviarios. Recuerdo todavía que dos de sus breviarios fueron libros que tuvimos que leer en los cursos de acá en la facultad, en estos salones precisamente. Había demanda de libros antes del boom. Cuando se produce el boom entran los libros en literatura y desplazan a los otros. Eso es algo que Ángel Rama me hizo recordar, o sea que el boom no crea sus lectores, los lectores anteceden al boom.

Muy bien, vamos a examinar—rápidamente— los tres factores que entran en juego, me parece, en la formación del boom.  En primer lugar los escritores, los escritores entran ahora a un tipo de difusión de sus obras que no se había conocido, tienen un escenario que es muchísimo más amplio. El boom como lo han recordado varios no solo son las ediciones en castellano sino también las traducciones, porque el boom genera un interés más allá de Latinoamérica. Esos escritores pertenecen generacionalmente al grupo pos-regionalista.

Voy a recordar aquí una anécdota: hace unos años entrevisté a Miguel Gutiérrez, y le pregunté qué cosa leía cuando llegó de Piura a Lima, y él me dijo que leía fundamentalmente narrativa extrajera: leía novelas rusas, leía novela francesa, etc.; y me hizo notar algo que— realmente— había pasado desapercibido para mí, que sería pues fines de los años 50, nosotros no teníamos una sólida tradición novelística, ¿qué había detrás de alguien que empezaba a escribir en el año 58, 59 por ejemplo? Ciro Alegría, muy poco Arguedas, algunas obras— digamos casi curiosas— porque solo se conseguían en bibliotecas: La casa de cartón, Duque de Diez Canseco, y nada más, porque había una frontera que señalaba la partición de la literatura, el siglo XIX para allá y ese poquito del siglo XX para acá. Los que comienzan a escribir ahora ya tienen detrás de sí un conjunto de escritores peruanos y latinoamericanos. En el año 61, 62, no era fácil conseguir acá libros de Carpentier por ejemplo, libros de Asturias, no existían en las librerías, había que ir a las bibliotecas.

Cuando estos jóvenes insurgen, necesitan un piso desde el cual dar el salto, necesitan entonces diferenciarse de la generación anterior, de la generación regionalista; y como sucede cuando un grupo generacional va a sustituir a otro, se empieza renegando de los antecesores. Hay varios textos en ese sentido, y también alguna polémica, reconocida polémica Arguedas-Cortázar, por ejemplo, que se centra en un aspecto lateral del enfrentamiento que es el cosmopolitismo: Arguedas se presenta como provinciano, Cortázar es el cosmopolita— en ese tiempo cosmopolita no necesariamente era un término encomiástico,  podía ser peyorativo también— en ese sentido, por ejemplo, también lo utiliza Arguedas. Pues bien, lo primero que hacen estos del boom es diferenciarse de los regionalistas.

Hay algunos textos muy duros, que seguramente ahora no lo suscribirían del todo los que los hicieron, uno de ellos, por ejemplo, es el que escribe Vargas Llosa en el año 69, muy conocido, que se llama Novela primitiva y novela de creación (en América Latina), donde con trazos muy gruesos señala las diferencias con lo anteriores, y está hablando acá no de sí mismo sino novela de creación es la novela del boom, es la novela que él habla en nombre del boom cuando escribe este texto.

No voy a entrar en detalles de que es lo que específicamente reprocha Vargas Llosa a estos autores anteriores, pero sí señalar algunos de estos reparos. El más importante, porque tiene que ver con la concepción central, con el núcleo de la concepción de la novela de Vargas Llosa, es que esta literatura, la literatura regionalista, la novela tradicional, es una literatura que no es autónoma con respecto a la realidad; ese será uno de los leitmotiv de la teoría y de la práctica vargasllosiana. Dice textualmente «ninguno de nuestros narradores románticos o realistas[1] fraguó un mundo literario universalmente válido, una representación  de la realidad, fiel o infiel, pero dotada de un poder de persuasión verbal suficiente para imponerse al lector como creación autónoma» — subrayo esto de creación autónoma—. Esto es uno de tema central del programa de Vargas Llosa. La experiencia del boom le va a permitir a Vargas Llosa hacer este tipo de literatura. Otro reproche que le hace es este: hay una confusión entre arte y artesanía, o sea, la novela de creación es artística, la novela anterior es artesana; y se confunden información con creación, es decir, la novela regionalista puede tener buenos propósitos pero lo que hace es transmitir información y no crea, es decir, esta otra vez anclada en la realidad. Hay algunos puntos que se pueden señalar como exageraciones debidas al calor del debate, por ejemplo, dice, ha dejado de copiar a los autores extranjeros esta novela primitiva, pero copian la realidad. Yo no estaría de acuerdo con esto de «han dejado de copiar a los autores europeos» porque uno de los reproches más frecuentes al regionalismo es que precisamente todavía están anclados a la forma de contar del realismo europeo del siglo XIX. Bien eso en lo que respecta a los escritores que diferenciándose de los anteriores justifican, dan base a las innovaciones que van a realizar sobretodo en este primer momento del boom.

Es cierto que existe mucho talento, nadie puede negar que Vargas Llosa, García Márquez, etc., son sumamente talentosos. Tampoco, creo yo, que se puede negar que el boom les exigió a ellos productos de calidad, y que esa exigencia explica obras como La ciudad y los perros— bueno La ciudad y los perros no inicia digamos—, pero La casa verde, por ejemplo, el rigor de la construcción se explica por esa exigencia, porque en un primer momento el boom exige calidad, los lectores exigen eso, novedad, y estos autores apoyados en la recepción tan grande que reciben se comparan con sus pares europeos. Una de las aspiraciones de la cultura latinoamericana es hablar de igual a igual con la europea o la norteamericana, y estos ahora pueden hacerlo; técnicamente, por ejemplo, sobrepasan lo que están haciendo los narradores europeos en ese momento. Entonces el boom es también una exigencia de calidad, esto no suele verse, después las cosas cambiarán un poco.

Pero adelantándome algo a lo que quería decir después— ustedes recordarán— que cuando publica Vargas Llosa Pantaleón y las visitadoras, y luego La tía  Julia y el escribidor, si revisan la crítica de esos años verán que muchos señalan que hay una caída en la producción de Vargas Llosa. Y la atribuyen fundamentalmente a cuestiones políticas, hay un quiebre en el progresismo de Vargas Llosa, y esto se manifiesta inmediatamente en la calidad de su obra. Más bien habría que relacionar este cambio— porque, evidentemente, Pantaleón y las visitadoras no puede compararse con La casa verde ni con Conversación en la catedral— habría que vincular este quiebre, más que a este bajón del que se recupera después de La guerra del fin del mundo, habría que relacionarlo más con la finalización del boom, y con la presencia de un tipo de lector diferente, que ya no era tan exigente, que ya no buscaba innovación, que ya estaba hasta saturado de innovación.

Este público lector no solo es latinoamericano— como dije al comienzo estamos en la década prodigiosa—, es la década, por ejemplo, de algunas películas de Fellini— he visto , hará unos seis meses—, se estrenó el año 63, yo lo habré visto en cineclub el año  67 o 68, el cineclub estaba lleno, y al verla ahora— hace poco— francamente no me explicaba cómo podía estar lleno un cineclub. Y cuando se estrenaron películas de Bergman  a las que yo fui cuando era estudiante, el cine estaba si no lleno por lo menos más de la mitad o algo ocupado. Y piensen por qué digo esto, porque ahora si se estrenara lo más probable es que no iría el público porque es una película de vanguardia, uno no sabe de qué trata, unos tienen que deleitarse con la envoltura de los cuadros, cómo los arma Fellini, el interés del diálogo no porque nos conduzcan a acciones sino por el diálogo mismo; y en el caso de Bergman también— esas composiciones que son verdaderos cuadros—, nadie aguantaría la lentitud de una obra como Fresas salvajes, por ejemplo. En ese momento  el público era receptivo a todo eso y muchas otras cosas más. Ese es el contexto en el que aparece en boom, es un contexto de exigencia que se va a romper— supongo—  gradualmente, pero que se hace visible en el año 72, y obliga a los escritores a adaptarse a ese público.

Yo interpreto esto, extrayendo datos de Ángel Rama, lo interpreto como una especie de explosión inversa o como una falta de combustible. El boom es una explosión que necesita seguir siendo alimentado y necesita a alguien que reciba ese calor. Y el boom falla. Se derrumba por dos motivos: ya no hay gente que busque ese calor— o ha disminuido—, y ya no hay combustible, también, para nutrir ese fuego. Lo digo porque Rama señala un hecho interesante, que el boom es ese círculo central, pero que poco a poco va atrayendo a más escritores porque se necesita ofertar. El público exige más. Yo me acuerdo de eso: leía una obra como Rayuela— la leí después de algunos años de publicada—, y quería algo más y más y más y más. Ese público fundamentalmente universitario de clase media era el que exigía, y en algún momento ese se agota, y además, ya no recibe la oferta porque comienzan a traer a los escritores anteriores—  eso lo dice Rama—, y yo lo interpreto en ese sentido. Empiezan a meter a Onetti, que es anterior, a Carpentier que es todavía más antiguo, etc.; y también a los más jóvenes, e incluso intentan meter a algunos españoles—  el propio Goytisolo es un huésped del boom—. Todo esto para alimentar ese mercado que está creciendo y que de algún modo va implosionar hacia fines de la década del 60. Y esto se hará visible a partir del año 72. Entonces estos escritores que tendrán un gran talento, son muy exigidos, y ellos responden a la exigencia.

Hay un factor también que es necesario señalar, si estos escritores hubieran estado dispersos posiblemente el efecto de sus obras no hubiera sido el que fue,  hay allí una cuestión de concentración, esos escritores hablan el mismo idioma, sí, pero ahora están agrupados. Muchos han subrayado  la importancia que tuvo Barcelona para producir este fenómeno—  en donde se concentra la masa y esto adquiere un efecto mayor—. Vargas Llosa y García Márquez vivieron en Barcelona. Es cierto  que no estaban en Barcelona, ni Cortázar, ni Fuentes, pero como lo recuerda Donoso eran frecuentes huéspedes, y para todos los efectos, el grupo central del boom funcionaba como una especie de club, autorreferencia, etc., lo que potenciaba la imagen.

En cuanto al otro aspecto— el de los editores— se ha atribuido a Seix Barral—  a Carlos Barral específicamente—  la invención de boom. Como vemos esto no es así, incluso  hay editoriales latinoamericanas  que participan en el boom, Monte Ávila, por ejemplo, es la que ahora se me viene a la mente. Pero es cierto que el impulso inicial  lo dio España, quien necesitaba también libros— y la dictadura de Franco había dejado estéril el terreno—, entonces vienen estos inmigrantes y traen sus obras, y la industria editorial española procesa esas obras, tiene un mercado y empieza eso.

Pero también hay que hacer notar algo muy importante. Esa noticia del boom no hubiera llegado tan lejos sino hubiera tenido algunos reproductores, algunas antenas que reproducían el mensaje. La más conocida de estas antenas es Casa las Américas en Cuba. El boom—  me parece a mí— por coincidencia empieza a caerse cuando una de estas antenas  deja de prestarles atención también. A partir del caso Padilla, en el año 72, la Casa de las Américas no tiene el mismo entusiasmo  por ese grupo de escritores que es un poco díscolo, digamos que anteponen sus intereses literarios a los intereses políticos que hubiera querido La Habana. Pero—  eso es cierto—  muchos de nosotros veíamos a los escritores a través de lo que decía Casa de las Américas, y en general La Habana, es decir el mensaje español no llegaba directamente, llegaba a través de estos reproductores.

Pero también dentro de los editores podían estar los representantes editoriales— algunos han subrayado la importancia de Carmen Balcells, por ejemplo—. Y releyendo ahora algunos textos sobre el boom— no me acuerdo cuál de los escritores…—  Donoso, Donoso es el que dice que Carmen Balcells era tan hábil que les había asignado territorios  a los miembros del boom; por lo que  Fuentes tenía la misión de conquistar Estados Unidos; por supuesto Cortázar que vivía en París, París. Eso es lo importante, esa estrategia además publicitaria. Carmen Balcells conseguía entrevistas, conseguía hacer del escritor una figura pública, un anhelo muy antiguo del intelectual latinoamericano: ser más que escritor; y ahora por las circunstancias eso es posible, y el  escritor deviene en una figura pública. No voy a ahondar sobre esto porque ustedes lo conocen perfectamente.

Ahora ¿cuál es la posición de Vargas Llosa en el boom? Quisiera mencionar primero una opinión general que da él en una conferencia, un coloquio en Caracas, cuando se le pregunta sobre el boom, él dice— primero, bueno que nadie sabe exactamente qué es, y cosas por el estilo—, pero sí señala una característica que para el desarrollo de la obra de Vargas Llosa  es muy importante; dice, no se trató en ningún momento de un movimiento literario vinculado con un ideal estético, político o moral. Esto es muy importante porque estos escritores se desarrollaron de manera individual, los cuatro nucleares son diferentes en muchas cosas; en lo que están de acuerdo es en dirigirse a una audiencia amplia, en experimentar a su manera la mejor forma posible, y en mantener fuera de control— de un control que no sea el suyo— su producción literaria. Es decir, incluso alguien que después será tan cercano a Cuba como García Márquez, reivindica esa libertad del creador, esta libertad suele— cuando se trata de un conjunto que tiene un ideario— estar limitado. Yo creo que el boom tuvo una virtud muy importante que es esa, permitió la individualidad de sus integrantes. Cada uno busco su propio camino, y esto enriqueció obviamente al movimiento.

Julio Cortázar cuando habla del boom suele referirse a América Latina, y ve el boom desde una óptica que le preocupa mucho, la liberación de América Latina. La literatura latinoamericana contribuye a este propósito, y por lo tanto el boom es positivo porque expone esta literatura a los ojos del mundo y a los ojos de los propios latinoamericanos— ellos se expresan a través del boom—. Vargas Llosa no tiene esa perspectiva, él ve las cosas más bien desde el punto de vista del escritor individual o de los escritores individuales—  o sea un conjunto de  individuos—; y dice, por ejemplo, que el resultado es positivo— él está hablando en el año 72, ya está haciendo un balance porque ha dicho antes que esto ya se acabó— , dice: contribuyó a que se difundiera la literatura latinoamericana lo cual constituye un resultado a fin de cuentas bastante positivo, y esto ha servido de estímulo a diversos escritores. Entonces Vargas Llosa no ve esto desde la óptica de la liberación sino  de la posibilidad de que otros escritores que— como él— unos años atrás estaban aspirando a desarrollarse profesionalmente, y no encontraban las formas para hacerlo—. El boom le permitió a él y le permitió a otros descubrir su vocación y desarrollarla en mejores condiciones que las que habían experimentado los escritores de la generación anterior, que no podían dedicarse solamente a escribir. Hoy se escriben— dice— muchas más novelas que hace algunos años, algo que ha contribuido a dar mayor seguridad y a estimular las vocaciones jóvenes. Bien, Vargas Llosa  encuentra entonces en el boom la posibilidad de garantizar su libertad como escritor.

El boom está en el contexto general de la década prodigiosa, pero también está en un contexto político muy claro y muy demandante. Estos escritores que tienen una posición clara con respecto a la revolución cubana, que es contemporánea del boom—  nace casi en el mismo año, cuatro años antes para ser más precisos— y que tienen allí que hacer un equilibrio, sobre todo porque ellos han criticado esa implicancia directa de la narrativa, de la novela regionalista con la realidad. Vargas Llosa en su escrito Novela primitiva y novela de creación (en América Latina) señala que lo que ellos hacen es— como dije anteriormente— dar información; y además, cito textualmente, «hay un afán de crítica social, […] alegatos contra el latifundio, el monopolio extranjero, el prejuicio racial, el atraso cultural, etc. […]», pero esto no deja de hacer que esta obra sea pintoresca y rural. Entonces, se supone que la novela regionalista era la que  podía estar más en sintonía con el socialismo con el que simpatizaban los nuevos escritores. Vargas Llosa en esos años explica el fenómeno de esta manera: la novela es autónoma, se nutre de elementos de la realidad pero crea un organismo que tiene sus propias reglas.

Entonces si es autónoma ¿cómo puede relacionarse con la realidad? Vargas Llosa dice que la novela se relaciona con la realidad de otra manera, ya no simplemente como un espejo de la realidad sino como una especie de símbolo de la realidad; dice, por ejemplo, que los mundos que crean sus ficciones y que valen ante todo por sí solos son también versiones, representaciones psicológicas, fantásticas, míticas de América Latina, es decir, simbólicas de América Latina. En el conversatorio que tienen en la Universidad Nacional de Ingeniería en el año 67, Vargas Llosa insiste en eso, cuando pregunta a García Márquez. García Márquez  no tiene aparentemente la cosa muy clara, y Vargas Llosa le pregunta qué relación establece entre las obsesiones y las convicciones; él por supuesto privilegia las obsesiones porque la manera de representar la realidad se da a través del filtro del individuo, del novelista. El problema de América Latina convertido en obsesión saldrá naturalmente como algo significativo de esa realidad que le dio origen, de esa manera— como se dice— se puentean las  convicciones. Las convicciones ya no tienen importancia sino las obsesiones. García Márquez no estaba convencido  de esto y da una respuesta un poco ambigua, dice— por ejemplo—, pero… claro las obsesiones desencadenan las convicciones. Claro, también podría ser al revés, pero lo importante es que Vargas Llosa subraya esto de las obsesiones; es quizá— de los cuatro— el que más hincapié hace en la libertad creadora del escritor.

Una de las cosas que Vargas Llosa va a reprochar a la novela regionalista es que es exteriorista, no crea verdaderos personajes— ese es un reproche que, saben, también  Luis Alberto Sánchez hizo a la novela—. Pero Vargas Llosa va a dar solución a eso porque la crítica la hace desde las soluciones que está planteando, y ahí interviene la orientación literaria de los novelistas de esta generación. El modernismo— saben ustedes— hizo un  cortocircuito, y se conectó directamente con Francia—  el centro de producción europeo—, evitó que esas novelas vinieran por España. Luego ha habido algunos otros cortocircuitos, el cortocircuito del boom es la literatura Norteamericana y el cine, se viven directamente allá, y eso explica gran parte de los rasgos  formales que se van a presentar en su obra. Pero vuelvo a una de las objeciones centrales de Vargas Llosa, la falta de calado de los personajes de las novelas regionales; en otro texto, él se refiere a uno de sus maestros,  Faulkner, maestro también de García Márquez, lo llama así en el discurso de aceptación del Nobel; y señala que Faulkner es poco exteriorista y que está todo centrado en la creación de la mente de los personajes. Pero Vargas Llosa va a balancear esto con su otra gran influencia, el gran  Flaubert. El boom le permite combinar esto, un autor del siglo XIX y un autor del siglo XX cosa que no hubiera sido posible en otro contexto, quizá; y Vargas Llosa va a trabajar esos dos niveles el subjetivo y el objetivo, y eso de alguna manera explica la evolución de su obra, va a poner énfasis en uno u otro de estos aspectos. El boom es ahora mucho más comprensible que hace algunos años sobre todo porque ya se le está viendo de manera desapasionada, ya se pueden ver cifras, ya se puede ver la trayectoria casi completa de algunos escritores: la de Cortázar, la de Fuentes, dentro de poco— quizá— la de García Márquez, y la de Vargas Llosa esta también por finalizar.

Transcripción de audio UNMSM


[1] Es decir, regionalistasagrega Garayar.